CITA A CIEGAS
Estoy en el lugar acordado una hora antes, el estrés sobrepasaba mi aguante, debía salir del departamento, no podía seguir allí un segundo más. Haciendo memoria, creo que la última vez que tuve una cita con una chica, fue un verano hace muchas lunas atrás. Comienzo a transpirar, me sucede solo cuando los nervios dominan mi cuerpo. Camino de un lugar a otro como león enjaulado. Hasta apoyarme en un poste en el centro de la Estación La Cultura en la avenida Javier Prado, miró el celular, y repaso por enésima vez la foto de Helen, aquella que está en la app de citas, una chica de ojos vivaces y cabello ondulado que invade su frente, con treinta y cinco años y amante de su pequeño Snoopy. Las mujeres pasan alrededor mío, cualquiera podría ser ella; morenas, pelirrojas, bajitas, gorditas, pero ninguna se parece a la chica de la foto. Solo falta diez minutos según el reloj del móvil, para verla. Me armo de valor y tomo la iniciativa, empezando a saludar a todas las que me miran y vienen haci