EL SUEÑO DE VALERIA


 La familia de Valeria aprovecharía las vacaciones de verano para realizar el Camino de Santiago. Para disfrutar de la experiencia, sus padres tomaron ciertas precauciones y planificaron la peregrinación con antelación. Nunca antes los niños tenían tantos kilómetros por recorrer, por lo que, debían prepararlos física y mentalmente para superar el reto, además de estar pendientes de su estado en todo momento. Después de verificar varios detalles decidieron hacerlo, estaban contentos y se fueron a dormir tranquilos con la decisión que habían tomado juntos. Los niños escucharon todo, estuvieron casi inmóviles escondidos detrás de la cortina, luego se retiraron sigilosamente a sus habitaciones, visiblemente entusiamados con la conversación que sus padres acababan de sostener.

_ ¡Mami, ven pronto ¡- fue la voz que salió de la habitación de la pequeña Valeria de siete años.

Su madre, cerró el gas de la cocina y se dirigió a su encuentro presurosa. Aquel día, era muy temprano aún, su papá y hermano mayor no escucharon el llamado, estaban envueltos en un sueño profundo.

- ¿Qué pasa?, ¿qué sucede? - visiblemente preocupada preguntó.

- He tenido un sueño, un sueño diferente, te lo puedo contar, por favor antes que me vaya a olvidar.

- Pero hijita, los huevos están sobre la sartén, estaba preparando el desayuno.

- Te lo pido, mamita, no demoraré mucho.

- Uhm …, está bien, cuéntame tu sueño- fue imposible negarse al ver su pequeño rostro compungido. 

“Soñé que, en el cielo todos los santos estaban acongojados por lo que sucedía en la tierra. Se reunieron para elegir a uno de ellos, para que hable ante Papá Dios-padre celestial-por toda la humanidad. El elegido fue el apóstol Santiago. El santo, solicitó ante los serafines y querubines, una cita para entrevistarse con nuestro creador. Papá Dios concedió al apóstol la oportunidad de hablar con él. Al verlo ingresar, lo invitó a sentarse, éste hizo una reverencia y tomó asiento.   

- Sé a lo que vienes. Estuve recibiendo muchas quejas en contra de los habitantes de la tierra. Es mucho lo que han pecado. Fui allá y vi con mis propios ojos si era verdad lo que me habían dicho y comprobé que si – dijo Papá Dios.

- Padre, no me digas que vas a castigar a los justos con los pecadores, a los buenos junto con los malos. ¿Y si hubiera mil buenos? – replicó el santo.

- No la destruiría- contestó Papá Dios

- ¿Y si fueran cien los buenos? – insistió.

- Tampoco haría nada. 

Después de mucho interceder, Papá Dios estuvo dispuesto a perdonar la tierra, si hubiera al menos diez personas buenas. Le dijo a sus ángeles y arcángeles; recorran toda la tierra, de norte a sur, de este al oeste, observen con cuidado, que no quede rincón oculto, si encuentran tan solo a una persona que practique la justicia y busque la verdad, yo perdonaré a la tierra de su destrucción inminente. 

Con una sola persona justa, Papá Dios estaba dispuesto a perdonar a la tierra, del terrible castigo que vendría. El ejército de ángeles buscó entre la gente común, pero no eran sinceros. Entre los religiosos, pero eran falsos; entre la gente distinguida pero también se convirtieron en ateos, buscaron sin cesar y no encontraron a nadie. Decidieron entonces dar media vuelta y retornar. 

Si no había un solo justo que buscara a Papá Dios, lo único que se esperaba era la destrucción de la tierra, como estaba anunciada. Al ver lo que sucedía, el arcángel Gabriel intervino y le dijo a Papá Dios: cuando iniciamos el retorno, al pasar por el polo norte, vi a un oso polar bebé, con las manos juntas y los ojos abiertos, pidiéndote que tengas misericordia de los humanos y de los otros seres vivos que la habitan, también ellos necesitan ser escuchados.

- Padre, ¿Ese osezno cuenta como bueno? - preguntó Gabriel.

- Si cuenta – respondió Papá Dios. 

Aquella oración realizada con amor, ablandó el corazón de Papá Dios, y dio a todos los seres vivos que habitan la tierra, la oportunidad de volvernos a él y caminar bajo su palabra, para encontrar la paz anhelada“.
Sandra enmudeció ante el sueño recién narrado, abrazó a su hija contra su pecho y agradeció a Papá Dios, el continuar habitando la tierra y que a través de la oración diaria sepamos desear la salvación de la humanidad y pedirla con perseverancia al Señor, que es grande en amor

 


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