LAS COSAS EN SU LUGAR

Los dos jóvenes lobos corrían despavoridos, sorteando árboles y arbustos, entre ráfagas de balas rozando sus cuerpos. Barton, un lobo gris, pudo ver el momento exacto en que su compañero, fue alcanzado por un proyectil disparado por uno de los guardabosques. Hizo un alto en su carrera y se acercó sigiloso, el aire frio golpeaba con fuerza, se miraron fijamente, el lobo blanco herido de muerte logró pronunciar un agónico: Corre. Barton, retomó la huida llegando a una quebrada rocosa, desde donde caía como un velo una estruendosa cascada. Su corazón latía a mil, los ladridos de la jauría de los guardabosques se escuchaban cada vez más cerca. Sin dudarlo se arrojó al tormentoso rio de aguas heladas, sintiéndose desfallecer, comenzó su lucha por alcanzar la lejana orilla. Al tocarla, estaría en territorio extranjero, en donde no existían leyes que impulsaran su exterminio. Sacando fuerzas de flaqueza, logró salir del agua, quedando inmóvil entre las rocas. Los perros y dos uniformados llegaron al borde de la cascada, uno de ellos rastrilló su rifle, enfocándolo en su mira telescópica, apretando el gatillo de inmediato, la bala impactó en la roca. La oportuna intervención del otro uniformado evitó que el proyectil diera en el objetivo.

- ¿Qué hiciste? ¿por qué desviaste mi rifle? - dijo su amigo contrariado

- Déjalo ir, está abatido. Además, está en otro territorio, no llegará lejos.

- Era el último de la manada, no quedan más.

- Él lo sabe, no intentará volver, no esta vez.

Barton permanecía sin moverse, su mirada la tenía fija en aquel hombre de ojos achinados y piel color ocre. Luego, se puso de pie y empezó la caminata hacia lo inexplorado y desconocido, los dos hombres desde lo alto de la quebrada, acompañaron su recorrido hasta que desapareció, adentrándose en el bosque. Debilitado al extremo, se colocó cercano a un árbol, haciendo un círculo con su cuerpo. Comenzó a nevar, la noche pronto cubriría con su manto el lugar.

- ¿Dónde estoy? ¿quiénes son ustedes?

- Tranquilo, amigo. Dormiste por tres días seguidos. Te hemos cuidamos todo este tiempo-le dijo Mike, líder de la manada de lobos de esas nuevas tierras.

- Gracias por ayudarme. Mataron a todos, soy el único sobreviviente de la manada.

- Descansa, amigo. Ya habrá tiempo suficiente para que nos cuentes lo sucedido.

Con la llegada de los primeros colonos, el hábitat de los lobos comenzó a ser afectada. El aumento de los ataques al ganado no cesaba. Entonces, optaron por perseguirlos y cazarlos de manera implacable, en menos de 10 años, lograron desaparecerlos. Se había roto el equilibrio natural. Pasaron unos años, y el número de alces aumentó drásticamente, alterando la vegetación de la zona. Al desaparecer el peligro, estos herbívoros comenzaron a diezmar los álamos y sauces que crecían en las riberas de los ríos, ampliando el rio su cauce, cambiando de curso, afectando a un sinnúmero de insectos, aves y otros depredadores. La situación se hacía insostenible.

Barton ahora era el líder de la manada, cuando se desplazaban por el bosque, al frente iban los más viejos, los enfermos y las lobas, ellos marcaban el paso de la manada, luego, seguían los más fuertes, los jóvenes, prestos a actuar ante cualquier imprevisto, y al ultimó iba Barton. Al ser el líder cubría la espalda al grupo, mientras permanecía alerta dominando todo el desplazamiento. La manada era numerosa y solidaria. De pronto, se escuchó el rugir de un motor de un vehículo, Barton con fuerte voz gritó: ¡Alto! La manada no dio un paso más.  Del vehículo bajó su amigo el guardabosques Fritz, lo acompañaba otra persona que vestía un uniforme diferente al de su anfitrión.

- Hola, Barton. Quisiera hablar contigo, de ser posible, claro.

- Hola Fritz, siempre habrá tiempo para los amigos. ¿De qué se trata?

- Te presento al guardabosques vecino, su nombre es Gael.

Al verlo, un rayo cruzó por su mente, aquellos ojos achinados los veía de nuevo, era aquél que le salvó la vida, cuando era más joven.

- Hola Barton, seré breve y directo, tenemos una inmanejable situación con los alces en la zona de donde vengo, han destrozado el ecosistema y queremos frenar ese avance antes que sea demasiado tarde.

- Ustedes nos desaparecieron de ese lugar. 

- Si lo sé, nunca estuve de acuerdo, eso me trajo varios problemas, pero esa es otra historia.

- ¿qué desea de nosotros?

- Que regresen a poblar el bosque, sé que si ustedes llegan todo esto se revertirá en poco tiempo.

- Hace algunos años, cuando estaba a punto de ser perforado por un proyectil desde una cascada …

- No puede ser …, eres tú …, lograste sobrevivir – interrumpió emocionado el uniformado.

- Así es. Lo reconocí de inmediato apenas vi sus ojos achinados y su piel ocre de sus ancestros, que poblaron junto a nosotros estas tierras, antes que llegaran los hombres blancos e impusieran sus leyes.

- ¿Nos ayudarás?

- Mandaré a veinte de mis mejores lobos, los más fuertes y jóvenes, ellos pondrán las cosas en su lugar, se lo aseguro.

El uniformado apresuró el paso y abrazó al animal, sintiendo su calor, susurrándole en su oreja un tembloroso “Gracias”. A los pocos días, veinte hermosos ejemplares partían a cumplir la misión encomendada y dispuestos a explorar nuevas tierras que harían suyas.

Años después, el lobo y su presa, habían impactado en todo el ecosistema del bosque, demostrando la importancia de cada una de las especies de un ecosistema, que no es más que una intrincada red de relaciones en donde todas las partes dependen unas de otra

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