EL HERMANO MAYOR
Quien
tiene un hermano mayor, a veces es sinónimo de un gran problema. Ha sido desde siempre mi
inseparable, desde que tengo uso de razón.
De
pequeños, debía intervenir en broncas ante un abusivo de turno. Las pocas veces
que me fastidiaba hasta enfurecerme, recibía todos mis golpes sin responderme
en absoluto, sólo se limitaba a reírse al ver mis intentos fallidos por hacerle
daño.
Compartíamos
habitación, frente a mi cama había una percha para colgar ropa, al quedar a oscuras,
aquellas prendas ante mis ojos, cobraban vida invadiéndome un miedo
inexplicable, al darse cuenta que algo me perturbaba, se acercaba a mi lado,
retirándose al notar que el sueño ya me había vencido.
En el
barrio, la gente mayor lo conocía como “TiTi”. Cualquier compra a la
bodega, salíamos a toda velocidad, asumíamos que éramos autos, él ante cualquier
eventualidad en el camino, apelaba a imitar el claxon con la boca, pronunciando
“TITI” para abrirnos paso.
El abuelo,
“Papá” de cariño, vivía a cinco casas de la nuestra, al fallecer la abuela
quedó sólo, mi madre le proporcionaba el almuerzo y la cena. Por ello, todos
los días nos encargábamos de llevarle los alimentos en portaviandas. La puerta
principal permanecía abierta, ingresábamos por el pasadizo a la carrera, dejábamos
el encargo y salíamos al toque, siempre en modo auto.
En una
ocasión tuvimos que sobreparar al encontrar la puerta cerrada, se trepó ingresando
medio cuerpo por la pequeña ventana central hasta abrirla, entramos a toda prisa por el pasadizo. El cuarto del abuelo estaba al final antes del
comedor. De pronto mi hermano paró en seco, volteó a mirarme y alzando el brazo
dijo:
-
¡¡¡ ALTOOO!!!, no puedes seguir
-
¿Porqué? - pregunté intrigado
- "Papá" está pisando, media vuelta.
Retrocedimos, pusimos el cambio imaginario, aceleramos
y nos retiramos del lugar. Había una profesora jubilada que visitaba al abuelo. Mi hermano al ingresar primero y pasar por el cuarto vio la escena, ella
también lo notó, el abuelo no se percató por la posición que se encontraba.
Nunca se habló del tema, pasó desapercibido por todos. La mujer nunca más la
volvimos a ver.
Si hubo
alguien que le afectara que fuera creciendo, ese fui yo. Se le permitía que
llegara más tarde a dormir, mientras me revolcaba en la cama con los ojos
cerrados, para ignorar a las figuras que se formaban en la percha, al percatarse
de este temor, mi madre colocaba una lámpara a querosene en el velador de madera,
cercano a mi cama, todas las noches, a pesar de los gritos de mi padre.
Poco
a poco, dejó de acompañarme en los juegos. Tenía un amigo, hijo de un bancario,
manejaba un auto Toyota corona nuevo. Llegaba a la casa a buscarlo por las
noches con otros amigos. Sus edades oscilaban alrededor de los 14 años. El
parque automotor del pueblo, lo contabas con los dedos. Alegre se despedía y se
iba en el auto. Desde la puerta de mi casa lo veía alejarse, una sensación de
abandono difícil de explicar se apoderaba de mí. No entendía el porque ya no
jugaba con nosotros, sus amigos de barrio. Sentado en el borde de la vereda con
el ánimo por los suelos, trataba de buscar las respuestas correctas. De pronto,
el auto se estacionaba frente a la casa, se abría la puerta y me invitaban a
subir, ingresaba emocionado, dos vueltas al parque y me bajaban en la esquina
del barrio. Eso respondía todas mis interrogantes. Lo realizó un par de veces
más, hasta que le dije ya no más. En la sobremesa, volvíamos a ser los mismos,
después cada uno tomaba su rumbo, los gritos en la calle, notificaban que la
diversión estaba asegurada.
Los hermanos mayores nos llenan de mucha nostalgia con su partida
ResponderEliminarHasta que crecemos, aunque siempre contaremos con su apoyo incondicional
EliminarA veces no siempre es lo mismo. Mi hermano menor pegado a mi madre y yo más de calle. Diferentes.
ResponderEliminarDepende de varios aspectos, no siempre es así
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