DEIDAD PROTEGIDA
¿Dónde te
metiste Rumi? Nuestro padre estuvo preguntando por ti. La pequeña Killay lo
encontró observando el vuelo de los cóndores, en una profunda quebrada.
- ¿Ves
aquel polluelo que sacude sus alas?, las está preparando para en un tiempo
corto, volar y dominar los picos más altos y los cielos más azules. Sabías que
sólo tienen una pareja en toda su vida y cuando están viejos y sienten que las
fuerzas los abandonan, se elevan lo más alto posible para luego venir en picada
y estrellarse contra las rocas. Su cuerpo sirve de alimento a otros carroñeros.
Por ello, son sagrados y venerados por nuestro pueblo, son aves mágicas. Killay
quedó anonadada con el relato de su hermano, al percatarse Rumi preguntó:
- ¿A
sucedido algo? ¿Por qué me buscabas?
- Creo que papá
necesita ayuda, el trabajo aumentó, el encargo del Waranka Kamayoc, lo tiene
preocupado y algo nervioso.
- Entonces,
no perdamos tiempo, vamos de prisa.
Su padre
Antay, era un picapedrero reconocido en el ayllu. Había recibido un pedido especial,
realizar un umbral de piedra a la entrada principal del centro ceremonial. El mayor
inconveniente que estaba retrasando el trabajo, tenía relación con el traslado
de las rocas, desde la cantera hasta el templo.
El sueño de
Antay, consistía en lograr que su primogénito Rumi, abrace la pasión por el
oficio ancestral familiar, puesto que eran varias generaciones comprometidas y
esperaba que perdurara en el tiempo. Sin embargo, las discrepancias iban en
aumento, Rumi desde pequeño amaba la tierra y las plantas y a eso apuntaba su
apoyo en el ayllu, pero por respeto a su padre lo ayudaba sin cuestionamientos.
Al día
siguiente se dirigieron a la cantera a coordinar y supervisar el traslado de
los bloques de piedras hasta su destino final. Un grupo de fornidos guerreros
tiraban con fuerza la paja trenzada, hecha de ichu indispensable para
estos casos. La base de las rocas reposaba en troncos de madera cubiertos de grasa animal, conforme avanzaba la roca, la madera liberada era colocada en
la parte delantera del bloque, logrando su desplazamiento.
Rumi se
quedó fascinado con esta técnica y logró ver que los troncos giraban en forma acelerada. Al llegar al ayllu, el giro constante de los troncos,
martillaba su cabeza. Construyó a escala una plataforma y le agregó
en los costados cuatro pequeñas tapas de madera. El aparato comenzó a moverse, emocionado corrió a comunicarle la idea a su padre.
Lo encontró
ocupado en sus quehaceres habituales, ingresó a la carrera. Al verlo, desaceleró
el paso y fue a su encuentro.
-
Tayta,
disculpa que interrumpa tu trabajo, quisiera mostrarte algo
-
No
te preocupes “churi”, ya estaba terminado ¿De qué se trata?
-
Ayer,
que te acompañé a las canteras observé que, al girar los troncos, dibujaban una
figura como las tapas de las vasijas, y se me ocurrió hacer esto, podría ser útil ¿Qué opinas?
Antay
inhaló un buen bocado de aire, miró a su hijo, dejó a un lado la roca con la
que pulía el bloque, invitándolo a sentarse sobre una de las tantas piedras que
había en el lugar. Observó la muestra de la plataforma, la hizo andar en el
suelo y la puso a un costado-
-
¿Quién
es el hijo de Wiracocha, nuestro creador? - preguntó
-
El inti, dios del sol, tayta – respondió
Inti era una de las más
importantes deidades, como dios solar, estaba estrechamente relacionado con la
agricultura, ya que el sol como cuerpo celeste proporciona a los campos la luz
y el calor que necesitan para que crezcan los cultivos. De este modo, Inti era
un dios muy venerado por los agricultores de la civilización inca. La cosa no
quedaba ahí, ya que el Sapa Inca (rey del Imperio inca) afirmaba descender
directamente de Inti, un hecho que aumentaba aún más el prestigio y la
categoría de este dios.
-
¿Habrá
alguna semejanza en la forma de las tapas de madera y nuestro Dios Inti?
-
Si,
tayta, tienen la misma forma -respondió el muchacho
-
Crees
que sería correcto que nuestro Dios Inti, que nos proporciona luz y calor desde
el inicio de los tiempos, lo bajemos para ponerlo debajo de nuestros pies,
embarrándose y arrastrándose entre las cosas del suelo.
-
No
tayta, no sería lo correcto.
-
Por
esa razón hijo mío, no se utilizan esas formas, por respeto y veneración a
nuestro dios Inti, tu descubrimiento ya se sabía, pero no se puede usar,
molestaría a nuestro padre Wiracocha, no imagino lo que nos sucedería.
-
Entiendo,
tayta,
Caminaron
juntos de regreso a casa, en el cielo el dios Inti, cambiaba de color y se ocultaba
en el horizonte, mañana sería otro día, otro amanecer.
Relato Inca
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