VENDEDORES INFORMALES


El primer ciclo en la universidad, nos sorprendió con una prolongada huelga de docentes, las pocas oportunidades en el mercado laboral, hacía que busquemos la forma de obtener ingresos monetarios, la “calle está dura” era el lema más escuchado y repetido por los universitarios.
Juan consiguió a consignación 600 panetones “Riccos” de un kilo, en bolsa, nos incluyó en el negocio para venderlos en las fiestas navideñas. Existía pequeños inconvenientes a esta propuesta, el producto era nuevo, nadie lo conocía y además la presentación era en bolsa, lo que influía directa y en forma significativa en el consumidor final, a favor, el precio de compra dejaba un considerable margen de ganancias, respecto al precio de venta.
-          Mañana los espero en el paradero a Ferreñafe, a las 4 am. Traeré 10 cajas de 6 panetones cada una. Sean puntuales – nos advirtió.
Joel me miró, quiso decir algo y no lo hizo, cuando se trataba de negocios, Juan cambiaba el trato hacia nosotros. Se había comprometido con un amigo del colegio en vender los panetones, deseaba honrar el compromiso asumido.
Desperté varias veces esa madrugada, decidí levantarme, el reloj marcaba las 02:35 am. Después de asearme, sin hacer ruido, abandoné mi casa con dirección al paradero, la ciudad estaba desolada a esa hora. Al bajar del microbús me topé con Joel, tenía una casaca jean y una chalina colgaba de su cuello.
-          Ta mare, no pude conciliar el sueño, tenía el temor de quedarme dormido. Fue una mala noche- dijo
-          Estamos igual. Por eso decidí venir de una vez- le respondí.
A los pocos minutos, apareció Juan con las 10 cajas de panetones. Al vernos, sonrió confiado.
-          Todo bien. Pongamos las cajas en los últimos asientos del microbús- indicó
-          Ok- respondimos
El viaje demoró 50 minutos hasta ese lugar. Al llegar, con las cajas al hombro nos dirigimos a los alrededores del mercado principal, así lo habíamos planificado con anterioridad. La afluencia de compradores debería jugar a nuestro favor.
A esa hora, el movimiento comercial era fluido, los alrededores del mercado se encontraban marcados con pintura blanca, cada espacio tenía dueño.
-          Maestro, ¿nos podemos poner acá? - fue la pregunta a un comerciante de zapatos.
-          ¿Qué venden?
-          Panetones
-          ¿Panetones?. Bueno deberían ir hacia la puerta N° 02, allí hay algunos espacios.
-          Gracias, maestro.
Un encargado municipal, nos ubicó en un espacio, en la parte externa del mercado, el costo era 10 soles por día, se pagaba por adelantado. Era la sección de abarrotes. Apilamos las cajas, abrimos una y pusimos el producto en un lugar visible. Los primeros rayos solares aparecían en el horizonte. El movimiento de personas se intensificó. Una señora con su pequeño se acercó, con un aire de asombro.
-          ¿Cuál es el precio? ¿Qué marca es?
-          10 soles, la marca es “Riccos” y como dice su nombre son riquísimos – contestó Joel.
-          Chistoso el joven. A ver deme dos para probar.
Apenas la señora dio media vuelta, una sensación grata nos contagió. Primera venta, no teníamos ni quince minutos en aquel lugar.
-          Cumpa, el día pinta para grandes cosas. Por favor, compra tres panes con pollo y avena, para desayunar – dijo Juan.
-          Creo que estamos con la estrella- repliqué.
No debimos sobrepasar la línea optimista, llegó las 4 de la tarde, el sol nos caía directo y sin escalas, estábamos soportando su intensidad sin protección alguna. La única venta realizada fue a la señora simpática. Sin almorzar y con los ánimos por los suelos, el día estaba perdido.
-          Vengan a partir del 22 de diciembre. Creo que se apresuraron un poco- dijo un comerciante de frutas, que estaba junto a nosotros, había sido testigo de la catástrofe comercial.
-          Gracias amigo, tienes razón recién es 2 de diciembre- dijo Juan acongojado.
Emprendimos la retirada, no tenía sentido seguir intentándolo, habíamos cambiado de posición en dos oportunidades, sin resultado positivo. Al llegar a la ciudad, nos despedimos y Juan retornó a su casa con la mercancía. El domingo había terminado para nosotros.
A los pocos días, inauguraron una feria provisional por fiestas navideñas, al costado de la biblioteca, en el centro de la ciudad. Juan alquiló un espacio para armar un stand y así vender los panetones. El país atravesaba una escasez de productos de primera necesidad, la población hacía largas colas para adquirirlos. El papá de Juan laboraba en Nestlé, lo que nos permitió aprovisionarnos de varias cajas de leche evaporada para vender en el stand. En uno de los mostradores, estaban los panetones y también el tarro de leche exhibiéndose.
-          ¿cuánto cuesta el tarro de leche? - era la pregunta directa
-          La leche se vende con los panetones. Dos tarros con un panetón – contestaba Juan con cara de pocos amigos.
-          Deme dos panetones y cuatro tarros de leche, por favor
En toda la feria, el único stand que vendía leche evaporada era el nuestro. Gracias a esta combinación “leche más panetón”, una semana antes de navidad, todos los panetones se vendieron. Fuimos donde su amigo para traer más cajas para la venta y nos encontramos con la sorpresa que no tenía stock del producto, resultó un éxito en ventas, por el sabor y precio.
Todas las noches, el encargado de resguardar la mercancía era Joel. Temprano por la mañana, lo relevaba, a veces, lo encontraba como zombi, el frío invernal y las condiciones del stand no eran las mejores, intercambiábamos algunas palabras para luego retirarse a descansar. Al quedarnos sin productos, acordamos cerrar el negocio. El único capitalista fue Juan.
-          A ver Joel, estuviste a cargo de la seguridad nocturna del stand, por casi 10 días, te corresponde 100 soles.
Joel recibió el dinero y no dijo nada con palabras, pero la cara que mostró, dejaba en claro su desacuerdo con el pago recibido. Para no crear conflictos, asumí ante Joel, haber recibido la misma cantidad. En realidad, fue algo más, producto del trabajo que hice o de la amistad más cercana que tenía con Juan. Finalizada la huelga, la clase se enteró de nuestro emprendimiento y quién la había dirigido. Juan pasó a ser conocido como el “Führer” por todos.

-          Panetones veganos que debes probar en esta navidad - Veganins 


Comentarios

  1. Jajajaja.. Bien Manolo. Así nació El Führer de los panteones.

    ResponderEliminar
  2. Una rica experiencia emprendedora....se reconoce tu atrevimiento....me transportó a la época de Alan sino me equivoco...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

EL ARBOL DE MANGO

EL CERRO RAJADO Y EL CERRO CHALPÓN

EL SUEÑO DE VALERIA