INESPERADO VISITANTE
Un insecto que al verlo concentraba mi atención era la libélula. Desde los movimientos que utilizaba para desplazarse, sus vivos colores y la forma de su anatomía, hacían que cada vez que estaba en el campo, las buscara incansablemente, sólo por el placer de observarlas. En temporadas de lluvia, su presencia era más notoria. Muchas veces, las encontraba revoloteando alrededor de una lámpara o una luminaria de los postes. Su indudable gracilidad, elegancia y belleza unidas a su inocuidad para el ser humano y sus intereses siempre han despertado admiración. Son verdaderas danzarinas del aire.
Si hay una comparación inevitable para este insecto, es relacionarlo con un helicóptero. La forma y movimientos se asemejan mucho, incidiendo a que hagas volar tu imaginación. Cuando era niño, los únicos helicópteros que pude ver estaban en fotografías, películas o representados en un juguete. Hasta aquella tarde de domingo, día de fútbol, reuniones familiares y compras semanales.
La quietud del pueblo fue interrumpida por el sonido de las hélices y motores de aquella libélula mecánica. Comenzó a volar en círculo cubriendo en su recorrido a todo el pueblo. A esa hora me encontraba con unos amigos del barrio, en competencia de bicicletas. Al ver en el cielo a semejante armatoste, la reacción inmediata fue seguirlo en grupo hasta que se aleje o aterrice.
El alboroto que ocasionó fue perturbador, una inmensa masa de gente seguía su recorrido: a pie, en bici, triciclo o en burro. Mientras acompañabas se iban tejiendo historias acerca de la presencia del “aparato”. Es el presidente que viene de visita, esto hizo salir apresurado al alcalde y regidores. O es un militar de alto rango. O es “Jerry Barbadillo” que viene en peregrinación a la Cruz de Motupe. Así las cosas, cada quien interpretaba este inesperado acontecimiento según su lógica.
Lo que buscaba el piloto era aterrizar en una zona plana, amplia y segura para todos. Ese espacio lo encontró en un pueblo joven de reciente creación. Tenía una inmensa área destinada a un futuro parque principal, existían pocas construcciones de viviendas, era el lugar indicado.
Un griterío infernal recorría las calles siguiendo al aparato, cual comitiva de bienvenida.
- ¡¡¡ Se va pal pueblo joven! Fue la advertencia en coro.
La gente comenzó a llenar los espacios formando un círculo inmenso. Los tres policías que fueron despertados de su siesta, trataban en vano de poner orden a tanto desorden. El piloto se posicionó desde lo alto en el centro del círculo, poco a poco, comenzó a descender. El suelo al haber sido terreno de cultivo, presentaba una gruesa capa de tierra amarilla fina que lo cubría. Al acercarse las hélices cada vez más al suelo, levantó tal polvareda que era imposible tener visibilidad alguna. Unido a ello, el ensordecedor ruido hizo que la gente salga despavorida en busca de refugio.
Ingresé con todo a una casa que tenía la puerta semiabierta y no fui el único. Fue la experiencia más aterradora que presencié. El caos se apoderó del lugar. Después de unos eternos minutos, el polvo se fue disipando y ya no se escuchaba ese ruido infernal. Al mirarnos unos a otros estábamos cubiertos del polvo amarillo. El helicóptero se había esfumado y el visitante o visitantes también. Nadie daba razón de ese hecho. Mucho tiempo después, se supo que el pasajero fue el profesor “Chepito” Faya. Se encontraba trabajando en la provincia de Jaén e hizo amistad con los ejecutivos del Oleoducto Nor Peruano. Se enteró del viaje a Chiclayo, solicitó que le den un aventón hasta Motupe, por estar en la ruta y el resto es historia.


Que tal chepito tenía relación con gente millonaria....un relato corto u preciso de un hecho anecdótico...
ResponderEliminarEs muy querido. Un abrazo
ResponderEliminarTenía vara chepito, ya casi lo dejan en su cama.
ResponderEliminarFue oportunidad y vara jajaja
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