EL CIRCO
El anunciar su llegada, trastocaba la quietud del pueblo. Siempre había un antes y un después, a partir de esa palabra mágica: El circo. Grande o pequeño-este último era el más frecuente- lo importante era compartir un sano entretenimiento en familia.
El circo “Ringling”, llegó con varios tráileres transportando la carga. Se instaló en el estadio de la ciudad, en un recinto circundado por altas paredes de ladrillo. Leones, tigres, elefantes y ponys, se dejaban notar. Su carpa era impecable y majestuosa. El día del estreno, la combinación de luces, llenaron la atmósfera de color y magia.
Mi padre nos llevó a presenciar el espectáculo. El recinto lucía un lleno total. El maestro de ceremonias hizo su ingreso, estallando el público en estruendosos aplausos. La función había empezado. Desfilaron temerarios acróbatas, enigmáticos magos, malabaristas y los infaltables payasos. El anuncio del domador de fieras, envolvió el recinto en un expectante silencio. Cinco bien cuidados felinos hicieron su ingreso, intimidantes al extremo, dos tigres de bengala y tres leones. Sus rugidos llenaron cada espacio del escenario. Un cerco metálico los separaba del público. El pensamiento recurrente era qué pasaría si los animales no obedecían a su domador y seguían su instinto. Los latigazos al aire, dejaban entrever quién dominaba la situación. El domador, un tipo alto y entrado en años, los había tenido en sus brazos desde pequeños, forjando un fuerte vínculo entre ellos.
Los hizo saltar, correr, rugir. Pero nada se comparó con la osadía que tuvo de poner su cabeza dentro de la boca abierta de un león. El público estalló en un ensordecedor aplauso, celebrando tal atrevimiento, mientras las fieras no cesaban de rugir. Fue la mejor velada del circo, una noche para el recuerdo.
Pero cierta vez, llegó el circo de “Rabanito”. Se instaló a las afueras de la ciudad, en un descampado. Un camión viejo sin placa, transportó toda la carga. Con mis amigos, nos acercamos para presenciar la descarga, esperábamos ansiosos, el momento en que rugiera un león u otro felino, pero no sucedió. Sólo, al final, un viejo carnero con sus cuernos doblados, de nombre “Jaimito”, logró bajar del vehículo a empujones, balando sin cesar.
“Rabanito” era boletero, malabarista, mago, vendedor de golosinas en el intermedio, maestro de ceremonias y por supuesto payaso. Su carpa no tenía un color definido, porque los parches estaban encima de otros parches. Las luces colgantes, apenas alumbraban por la ausencia de bombillas, haciendo evidente las carencias económicas que afrontaba.
Al día siguiente, regresamos para husmear tratando de encontrar el espacio perfecto, que nos permitiera escabullirnos en la noche de estreno, sin pagar. “Rabanito” se acercó y nos ofreció tres boletos en zona preferencial, si conseguíamos a un poblador mayor de edad, que toree a “Jaimito”, el trato con el torero era aparte. Recién comprendimos, que el carnero era la “estrella del circo”, el número principal. Tratamos de convencer a varios tipos, por obvias razones no decíamos lo de los boletos, pero nadie aceptaba la propuesta, intuían que harían el ridículo ante tanta gente.
La noche del estreno la gran mayoría del barrio fue al circo. La falta de diversión nocturna en el pueblo y el bajo costo de las entradas, jugaron a su favor. Fuimos directo a platea, esquivando tablas rotas y espacios vacíos, logramos ubicarnos en una buena zona. Habíamos convencido a “Petete”, un tipo palomilla del barrio para que realice el toreo.
“Rabanito” no defraudó como payaso, había hecho reír a los asistentes, hasta que le tocó presentar el número principal de la noche, al torero y el carnero. Hizo su ingreso “Petete”, en un traje ajustado de luces, el público al verlo, inundo el escenario de hurras y vítores, en su mano derecha tenía el trapo rojo y estaba listo para que le echen el carnero. La gente comenzó corear el famoso “OLE, OLE”.
“Rabanito” no pudo haber escogido a mejor torero, no sabíamos cuántas botellas de aguardiente estaban en juego, pero allí estaba “Petete” sintiéndose ganador y alzaba los brazos en señal de triunfo.
Los pusieron frente a frente, en el centro de la arena, “Petete” se puso en posición de toreo y soltaron al carnero, éste tomó velocidad y el torero comenzó a sacudir el trapo rojo para que el carnero lo siga con la mirada y embista. Lo que no sabía “Petete”, era que toreaba a un carnero y no un toro de lidia, éstos si embisten al trapo rojo. El carnero le estampó un cabezazo en el estómago, tumbándolo al suelo en el acto. Ese era el truco infalible de “Rabanito”, buscar un personaje conocido que pase este trance y la gente se ría de este momento. Lo que no pasó por la mente de “Rabanito”, fue de que “Petete” se sobrepuso y correteó al carnero por todo el circo, buscando desquitarse del golpe recibido, entre la risa de los asistentes. “Petete”, “Rabanito” y el carnero, terminaron en la estación policial, acusándose mutuamente. Lo que pasó después, fue el retiro del número principal del circo, por obvias razones, no volvimos a ver a “Jaimito” en acción.
Y esto donde sucedió??? Chiclayo u otro lugar. Supongo que estabas entre los 10 o 15 años de edad. Y "Jaimito" seguro quedó detenido por "agresor".
ResponderEliminar"Jaimito " no volvió al escenario. Fue cancelada su presentación.
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