MI AMIGO ERICK
Me senté cercano a él, el aula estaba casi
vacía para ser el primer día de clases de la maestría en Proyectos de Inversión.
Su nombre era Erick, de trato amable y conversación amena, me hizo saber entre
otras cosas que tenía dos hijas y era invidente. Recién entendí la pequeña
grabadora en sus manos durante la clase, así como, la ausencia de apuntes o
notas. Utilizaba un bastón guía para desplazarse de un lugar a otro. El glaucoma
le fue robando de a pocos la visión, hasta dejarlo completamente en la
oscuridad, cuando terminaba la carrera de economía. Su abstracción mental era
admirable, lograba interpretar los modelos económicos en su mente, detectando
detalles que muchas veces, escapaban de nuestros análisis. Cierto día,
decidimos almorzar en el comedor de la universidad, explotaba de gente joven y
el cuchicheo era ensordecedor. De repente Erick, quedó inmóvil por unos incontables
segundos.
-
¡Qué
bello es el trinar de esos pajaritos! -dijo mientras dibujaba en su rostro una
sonrisa.
De inmediato, recorrí con la mirada todo el
lugar, descubriendo en una ventana a dos gorriones jugueteando en uno de los
rincones, lanzando trinos al viento, luego, alzaron vuelo desapareciendo en un
instante. Después del primer año de estudios, tuve que trasladarme a provincia,
al haber sido asignado a otra sede en el trabajo, al poco tiempo Erick corrió
la misma suerte. Todos los fines de semana, recorríamos cientos de kilómetros
para asistir a clases en Lima. Agotado por este trajín repetitivo, estaba
decidido a tomarme un respiro y suspender los estudios.
-
Creo
que, el último ciclo no me inscribo, no tengo vida social y estoy atrasado en
mi trabajo. Voy a tirar la toalla, no doy más - le comenté en una cafetería
cercana a la universidad.
-
Uhm
…, eres soltero, vives solo, tienes permiso en tu trabajo para asistir a
clases, además te cubren con el 50% de la mensualidad del curso, y así piensas
retirarte cuando ya estás cercano a la meta, es una mala decisión – dijo
mientras hacia una pausa para saborear su humeante café.
-
Pero
…, será por un corto tiempo- dije tratando de justificarme.
-
Seguiré
hasta lo último, no abandonaré de ningún modo. También estoy agotado, pero
falta poco para culminar, ojalá cambies de opinión – expresó en un tono calmado
y casi paternal.
Aquel día de la sustentación de la tesis, el
aula magna de la Universidad Nacional de Ingeniería, lucía un lleno inusual.
Había corrido como reguero de pólvora entre los estudiantes de pregrado, posgrado,
profesores y autoridades universitarias, la noticia sobre el estudiante
invidente cuya tesis abarcaba un abstracto modelo econométrico, para hacer
factible un proyecto de inversión. Erick se mostraba tranquilo e irradiaba una
seguridad que trascendía. Por mi parte, trataba de controlar mi nerviosismo, al
ver tanta gente extraña. Para resumir, obtuvimos una calificación
sobresaliente, los asistentes nos ovacionaron y Erick hizo una explicación
detallada de la investigación realizada. Nunca antes lo vi tan feliz, nos
confundimos en un eterno abrazo, esos que salen del alma, solo atiné a decirle “gracias”,
puesto que, fueron sus oportunas palabras que remecieron mis cimientos; para no
abandonar los estudios como lo tenía planeado.
Nunca recibió un trato especial o diferente
respecto a los demás estudiantes, debía cumplir con los trabajos de los cursos,
en los plazos y condiciones establecidas. Su deseo de superación era
desbordante, y tan pronto alcanzaba un objetivo trazado, surgía en su cabeza
otro reto a vencer.
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