AMIGOS


 

                                                                            

Dicen que de tanto andar, sin buscarlo te toparás con una amistad verdadera. Pareciera que ese momento ha llegado sin pensarlo. Poco le importa, que le lleve algunos años de más. Me ofrece su amistad sincera sin condiciones o reservas. Aprendí que el reflejo de la mirada de sus ojos verdes, vale por mil palabras. Y si acaso, alguna reflejaría un cachito de enojo, he llegado a la conclusión que no es para mí, más bien está dirigida a algo o alguien que distrae su atención pasajera. Así las cosas, he aprendido acercarme cuando sea el momento indicado, no es violento, pero sí algo renegón respeto a su espacio y sus cosas. Y es que, podemos estar alejados el uno del otro, sin molestarnos con preguntas como ¿Qué haces?, jodiéndonos la paciencia. Compartimos una peculiar visión de la vida, que solo te ofrece cierta edad, entre las cuales abandonas la rivalidad, las fiestas estridentes, los títulos rimbombantes y más bien disfrutas las cosas simples, como unas largas caminatas o sentarse en una banca del parque, cubierto de una sinfonía de melodiosos trinares. Nos olvidamos de lo cotidiano: trabajar, ver tv, dormir, volver a trabajar, aunque no ve televisión, ese hábito no ha desarrollado, sin embargo, me acompaña sin chillar. Pero como nada es perfecto en esta vida, es exquisito a la hora de elegir sus alimentos, detesta la comida preparada y se rasca las pulgas delante de la gente. Su nombre es “Lucas” y también lo llamamos “Chapito”.

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