UN EXTRAÑO VISITA EL ARRECIFE - RELATO PARA NIÑOS


Godofredo, el tiburón blanco, hermano de Timoteo, concentraba la atención de los más pequeños del arrecife, estaban encantados con sus clases, era un maestro muy querido.
-          ¿Quién manda en este arrecife, grandulón? - dijo un extraño pez interrumpiendo la clase.
-          Por favor, baje el tono amenazante, está asustando a los alumnos- le dijo un calmado Godofredo.
-          ¡Cállate, inútil !, no contestaste mi pregunta- dijo enfadado.

El pequeño pez león, logró escabullirse entre los corales, nadando rápidamente se alejó en busca de ayuda.
-          Abuelitoooo, Abuelitoooo -gritó desesperado.
-          ¿Qué pasa?, ¿Qué ocurre? – dijo la tortuga.
-          Ha llegado un pez a la escuela, es agresivo y está amenazando a todos.
-          ¿Cómo es él? – preguntó
-          Es colorido, cuerpo alargado, aletas grandes y muy agresivo- dijo el pequeño pez león.
Rigoberto guardó silencio, esperaba que no fuera el pez que estaba pensando, pero sus sospechas apuntaban a ello.
-          Iré a averiguar, mientras tanto, busca al Azulito y los demás, diles que vayan a la escuela. ¡Muéveteeee!
El desconocido estaba en el centro del aula, gritando por doquier. Godofredo trataba de calmarlo, todos los pequeños estaban detrás de él, protegidos por su enorme cuerpo.
-          Acaso, ¿eres tú a quién enfrentaré? - preguntó al abuelito al notar su presencia.
-          No, no soy. Nadie en este arrecife lo hará. Aquí, no peleamos entre nosotros, somos amigos- dijo Rigoberto.

El temor del abuelito se hizo realidad, estaba frente al famoso pez luchador Betta, combatiente hasta morir. Por esta razón, los humanos los utilizaban en peleas, apostando dinero, provocando que se hagan daño, todo acababa cuando uno de ellos moría.
-          ¿Son todos cobardes?,¿nadie peleará conmigo? – dijo el pez luchador
-          Nadie – contestaron todos.
-          Somos distintas especies, vivimos en paz y amistad- contestó el abuelo.

Todos se quedaron sin decir nada, a la vez se miraban unos a otros
-          Y … ¿Cómo llegaste hasta acá? – interrumpió Godofredo, rompiendo el silencio.
-          Uhmmm …. me dirigía a una ciudad a pelear. ¡Soy el mejor, soy campeón! Íbamos en un yate, chocamos contra algo. La embarcación se volteó, abriéndose la caja donde estaba, cayendo al océano. Creo que la corriente me arrastró hasta acá – dijo el pez luchador.
-          ¿Cómo te llamas? Yo soy Rigoberto, él es Godofredo, maestro de esta escuela – dijo el abuelito.
El pez Betta no tenía amigos, su vida transcurría en un acuario solo. Cuando alguien aparecía, era para pelear hasta morir. La amabilidad de estos desconocidos lo desconcertaba.
-          Esteeee…. soy “Rocky”- contestó calmado.

Hicieron su ingreso Timoteo, Martín y el Azulito, saludaron a todos, había una aparente calma en el aula.
-          ¿Cómo puedes respirar en el mar? - preguntó Timoteo
-          Soy pez de agua dulce, pero tengo un órgano llamado “laberinto”, que me permite tomar aire de la superficie, cada cierto tiempo lo hago – explicó Rocky.
Los humanos lo capturaron, alejándolo de su familia en el río Mekong en Asia, para que se dedique a pelear, era lo único que sabía hacer.
-          Las peleas se acabaron. Te ayudaremos para que regreses a tu hogar – dijo Martín, todos estuvieron de acuerdo.
Rocky agradeció la ayuda, estaba emocionado. Era la primera vez que conversaba con otros, sin recurrir al enfrentamiento y pelear hasta morir. Se sentía diferente y le gustaba esa sensación. 

Rocky hizo amigos en el arrecife, pero era consciente que debía partir al encuentro de su familia, además era un pez de río. Rigoberto, trajo del cementerio de las tortugas, un caparazón grande. Había estado trabajando hasta convertirlo en una especie de balsa sumergible, que sirva para transportar a Rocky.

A unos cuantas millas del arrecife, transitaban los barcos cargueros, en su ruta a Asia. Todos participaron en la elaboración del plan de viaje de Rocky. Las sogas de nylon abandonadas en el océano, fueron acondicionadas para que, una punta sujete al caparazón, mientras la otra punta, sea amarrada a una parte del barco. De tal forma, que el barco jale la pequeña balsa hasta su destino.
Llegó el día de la partida, Rocky estaba emocionado, todos los animales del arrecife se hicieron presentes. Estuvo enseñando a los más pequeños, los principios básicos de las artes marciales, se ganó su confianza. Ellos para retribuir sus enseñanzas, decidieron en coro, entonar la canción:
                        “Por que perder la esperanza de volverse a ver
                         No es más que un hasta luego,
                         No es más que un breve adiós
                         Adiós, adiós, pronto quizás nos volvamos a encontrar”
Rocky nunca antes se había sentido tan querido, jamás olvidaría a sus amigos del arrecife, pero tenía que partir. Ingresó dentro del caparazón, la manada de delfines, con el azulito al mando, emprendieron el viaje al encuentro del barco carguero que lo lleve a su hogar, fueron acompañados por Martín, Timoteo y Godofredo. La vida de Rocky no volvería a ser la misma, de eso estamos seguros.
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