RIGOBERTO Y EL AZULITO - RELATO PARA NIÑOS


Rubén, el tiburón martillo, fue el encargado de entregar el caracol marino, en cuyo interior contenía un mensaje del primo del Azulito, el delfín rosado del río Amazonas, Camilo.
-          Hola primo, espero te encuentres bien. Toda la familia desea que vengas a conocerlos. Te esperamos, te encantará la selva amazónica, saludos a todos en el arrecife. Anímate primo, la diversión está asegurada.

El joven delfín terminó de escuchar el audio en el caracol. Había pasado algunos años, desde la última visita de su familia del Amazonas, al arrecife. Después de darle vueltas al tema, decidió consultarle a Rigoberto. Lo encontró arreglando un extraño objeto humano que, al presionar un botón, dejaba escapar una luz intensa que cegaba.
-          Hola Abuelito, ¿estás ocupado?,¿interrumpo? – preguntó el delfín.
-          Para los amigos, nunca estoy ocupado, ¿Qué deseas? – replicó la tortuga, dejando el aparato a un costado.
-          He recibido una invitación de mi primo Camilo, vive en el río Amazonas, cerca de la desembocadura de este río en el océano Atlántico. Nunca he viajado tan lejos, por esa razón, desearía que me lleves hasta allá, ¿podrás?
-          Ja, ja, ja…… estás ante el más grande trotamundos, acepto llevarte. ¿Cuándo partimos?
-          Mañana temprano, ¿qué opinas?
-          Excelente, nos vemos mañana. Será una linda aventura- dijo Rigoberto.

Muy temprano partieron, despidiéndose de todos los amigos del arrecife. Azulito estaba confiado con la presencia del abuelito. Antes de partir, recibió las indicaciones a tener en cuenta, para no correr peligros innecesarios. Poco a poco, se fueron alejando, sus figuras desaparecieron en la inmensidad del mar. Rigoberto encontró una corriente marina, que les permitió avanzar con el menor esfuerzo, en ella se cruzó con varios amigos que lo saludaron emocionados.

Llegaron casi al anochecer a una isla solitaria, allí pasarían la noche. Cuando se disponían a descansar, lograron escuchar un quejido que venía de un lugar cercano. Al hacerse más intenso, decidieron investigar, esa noche había luna llena, lo cual proporcionaba una buena visibilidad.
-          Ayuda por favor, ayuda – dijo el pingüino antes de perder aliento. Estaba atrapado debajo de una palmera, envuelto en una gruesa soga de nylon.  Una de sus aletas tenía un corte.

Azulito y el abuelito, no dudaron en ayudarlo. Sobre su lomo, el delfín lo transportó a un lugar seguro. Con sus filudos dientes comenzó a roer la soga, después de muchos intentos logró romperla, retirándola del cuerpo del joven pingüino. Mientras tanto, el abuelito se había ido a traer musgos y hierbas medicinales del fondo del océano para aliviar y curar sus heridas.
-          ¿Dónde estoy?, ¿quiénes son ustedes?...... ¿y los demás? - preguntó
Había pasado tres días, desde que lo encontraron. El delfín y la tortuga, se turnaron para cuidarlo, alimentarlo y curarlo. Al verlos, se asustó un poco.
-          Tranquilo, somos amigos, no te preocupes – dijo Rigoberto.
-          Soy Martín, íbamos con mi familia al polo norte. Nos cruzamos con un gran número de orcas, al vernos nos atacaron sin piedad. Logré sumergirme a toda prisa, enredándome en una red abandonada que me cubrió totalmente. Pasaron muy cerca y no me vieron. Mataron a todos, la red me arrastró hasta esta isla, no podía moverme ni comer alimento. Gracias me salvaron la vida, han sido muy buenos conmigo.
-          Somos el Azulito y Rigoberto. No te preocupes estaremos contigo hasta que te recuperes. - dijo el delfín.

A las dos semanas, Martín se había recuperado satisfactoriamente. Empezó a nadar sin complicaciones. Habían logrado conocerse un poco más.
-          Amigos, ahora que ya me encuentro bien, deben seguir su viaje. Es hora de partir – dijo un triste pingüino.
-          ¿Por qué no nos acompañas?, sería fabuloso- dijo el Azulito. El abuelo estaba de acuerdo
-          ¿Están seguros?
-          Por supuesto, segurísimos – contestó Rigoberto.

Dicho esto, retomaron la ruta que los llevaría al Amazonas, sentían que el viaje sería una experiencia única en sus vidas. De pronto, el agua turquesa del océano, se volvió marrón y sentían una fuerza que los empujaba hacia atrás.
-          Señores, lo que ven es el ingreso del caudaloso río Amazonas al océano Atlántico, deben nadar con fuerza. Iré primero, el Azulito segundo y Martín tercero, en fila india. Si veo algún árbol u otro obstáculo les avisaré para que lo esquiven. ¡¡Adelanteeeee!!-dijo el abuelo

El agua golpeaba sus cuerpos, avanzaban a velocidad, saltaron olas, y cruzaron sin detenerse. De pronto el paisaje cambió, el sonido de diversas aves se dejaba escuchar, el agua tenía otro sabor y color, se fueron acercando a una de las orillas, la vegetación era abundante. El Azulito comenzó a silbar con fuerza, no había terminado de hacerlo cuando sintió que algo aparecía debajo de él, lanzándolo por los aires. Era Camilo, el delfín rosado. De inmediato, llegó la manada de delfines, el espectáculo de saltos acrobáticos no paraba, era su manera de dar la bienvenida a los visitantes, estaban felices de verlos.

En el tiempo que pasaron juntos, Rigoberto contó todas las historias de su vida, concentrando la atención del grupo, fueron noches inolvidables. Conocieron al gracioso mono maquisapa, a la señora anaconda, a Jorgito el oso perezoso, a Pancho el paiche hablador, a la señora nutria y al respetado otorongo. Hasta que, llegó la hora de partir, los tres amigos se confundieron en una despedida prolongada, dejaban gratos momentos vividos en aquel lugar. El retorno lo harían con la corriente del río a favor, cruzaron la parte tormentosa sin mayores dificultades. Al poco tiempo, estaban en el inmenso océano camino a casa. Martín aceptó la invitación para quedarse en el arrecife, puesto que no tenía donde ir.

Al tercer día de viaje, sintieron la presencia de otros, cercanos a ellos. De pronto, salieron a flote cuatro ballenas inmensas. Una de ellas al ver a Rigoberto se alegró en el acto.
-          Rigobertooooo , amigo. ¡Qué alegría verte! – dijo el cetáceo
-          Hola Mamá Chabela, ellos son Azulito el delfín y Martin el pingüino.
-          Hola a todos. ¿A dónde se dirigen ?
-          Vamos a casa, al arrecife.
-          Súbanse en mi lomo, los dejaré cerca. Vamos en esa dirección - dijo mamá Chabela.

Llegaron a casa, al arrecife de coral, cansados pero satisfechos de la travesía realizada. Martín a los pocos días se sentía como en casa y disfrutaba de la compañía de sus nuevos amigos.

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Comentarios

  1. Me gustó muchísimo y queremos la tercera parte

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  2. Sobrevivió algún pingüino a parte de Martín que el no lo haya notado?
    Tiene parientes (hijos, nietos, primos, etc) Rigoberto?
    Me gustó mucho el cuento espero la tercera parte.
    Gracias

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    Respuestas
    1. Lamentablemente, el único sobreviviente fue Martín. Rigoberto sólo tiene a sus amigos del arrecife, parientes ninguno que él recuerde, aunque podría tenerlos. Sería una grata sorpresa para él.
      Saludos.

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  3. Hermoso cuento. Nos gustó mucho. Muchas gracias

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