LAS CHAPAS

El apodo o chapa, está tan arraigado en los pueblos del norte del Perú que, una gran parte de la población la posee. Así, algunos tienen sus orígenes en antepasados lejanos, pueden ser cortos o extensos, aceptados o rechazados, sin embargo, son más utilizados que los nombres o apellidos.
En cierta ocasión, estaba don Arturo descansando en la mecedora en la puerta de su casa, cuando tres jóvenes se pararon frente a él.
- Buenas tardes don Arturo, ¿estará “tinaja”?
- ¿Quiéenn?
- ¡¡ Tinaja !!
- Aquí en esta casa no vive nadie con ese nombrecito, pero si vive mi hijo Rolando Jesús.
- Perdón don Arturo …… ¿se encontrará Rolando Jesús?
- Ahora la cosa cambia, jóvenes …. “TINAAAJAAA” te buscaann.
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En las vacaciones escolares, el “punto de reunión” era la bodega de la esquina. Tenía dos puertas una para cada calle. Allí matábamos el tiempo acompañados de buena música, gracias a la radio grabadora a pilas. A las tres de la tarde en punto, pasaba por este lugar “PERICO”, un tipo de cuarenta y tantos años, retornaba de la chacra y se dirigía a su casa. Sobre su hombro cargaba una alforja en ella había un machete que sobresalía, piedras y una honda. Su paso era acelerado y desde que nos divisaba, endurecía el rostro y nos “marcaba”. Si gritabas el apodo, enfurecía en segundos, machete en mano emprendía la veloz carrera en busca de algunos de nosotros. Aquella sensación de adrenalina pura se repetía varias veces a la semana. Conforme se acercaba, con el rabillo del ojo nos observaba. El grupo ignoraba su paso, hasta que llegaba "alguien" y a todo pulmón gritaba:
- ¡¡ PEEERRIIIICOOOOOO !!
El tipo arrojaba su alforja al suelo, abastecía su honda con las “municiones” y comenzaba a disparar las piedras hacia nosotros. El grupo se desintegraba, desapareciendo del lugar. La lluvia de piedras era espectacular, si te alcanzaban asegurabas un moretón o buen chichón. Al pasar el peligro, nos volvíamos a reunir para pasar revista a los heridos. Si eras alcanzado, al menos esa tarde, serías protagonista de la burla del grupo.
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La ceremonia por fiestas patrias se realizaría desde el balcón de la Municipalidad, desde el segundo piso, con la presencia de las distinguidas autoridades y público en general. El parque principal estaba abarrotado de gente. El maestro de ceremonias anunció al pequeño Jacobito Martínez, cursaba el nivel primario y declamaría un poema a la patria.
Espadita de madera
banderita de papel ….
¡¡ BOMBAA!! – fue el grito que salió del público e interrumpió a Jacobito. Subido en una silla de madera, para superar la baranda del balcón, buscaba con la mirada al inoportuno transgresor.
Espadita de madera
banderita de papel….
¡¡ BOMBAA !!- se volvió a escuchar.
El pequeño hizo una pausa, el grito con su apodo, lo incomodaba, hacía que perdiera la continuidad del poema, que había ensayado semanas atrás.
Espadita de madera
banderita de papel ....
¡¡ BOMBAA !! - fue el grito que retumbó nuevamente, ante la risa de los presentes.
- ¡ Ya te vi C.T.M.! – mientras apuntaba con el dedo índice al “gracioso”.
Acto seguido, continuó con el poema, recibiendo fuertes aplausos por tan espontánea reacción y haberle puesto calor y color a la ceremonia
Seudónimos por nombre

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