LOS CUMPLEAÑOS DE JENNY
Podías olvidar la entrega de un trabajo en la
universidad, pero olvidarte del cumpleaños de Jenny, eso no pasaría jamás. El
primer año de estudios, fue una celebración para el recuerdo. No dejó escapar
ningún detalle. La ambientación del local, sonido y luces, comida y tragos,
estuvieron sincronizados en perfecta armonía y finalizó al rayar el alba.
Para el segundo año, decidimos hacerle llegar a su
domicilio, un arreglo floral. Después de realizar la colecta respectiva, el “zambo”
Beto fue el designado para llevar el presente. Se compró un ramo de rosas, en donde
los más resaltante no eran las flores, sino las dos tarjetas con los nombres de
todos los que habían hecho posible esa adquisición.
-
Buenos
días, señora. Soy Beto, compañero de estudios de Jenny, traigo este presente en
nombre de sus amigos de la universidad. ¿Se encontrará? -
-
Buenos
días, joven. Acaba de salir, pero pase con confianza. Ponga el ramito en la cómoda,
por favor- dijo su mamá.
En un extremo de la cómoda de la sala, había un ramo
del tamaño de un árbol de mango, con todas las rosas de la ciudad, tenía una discreta
tarjeta, pertenecía al enamorado de Jenny. Beto al verlo, quedó paralizado, quiso
dar media vuelta y desaparecer, pero al estar la señora cercana a él, no podía
retroceder, así que, puso nuestro ramo en el único espacio libre de la cómoda,
junto al gigante.
-
Los
espero para la cena, hoy por la noche. No falten- dijo con amabilidad.
-
Gracias,
señora. Hasta la noche entonces, adiós.
Estuvimos en un huarique cercano a su casa, “calentando
motores”, era el punto de reunión previo. Cuando ya éramos un buen grupo,
decidimos ir a saludarla. El único que brillaba por su ausencia era Beto. A
paso seguro, íbamos confiados, el regalo se convertía en nuestra carta de
presentación, en el escudo protector, nos daba seguridad y confianza.
Jenny abrió la puerta, uno a uno la fuimos saludando,
en la sala estaban algunos invitados. Buscamos con la mirada nuestro ramo de
flores. Lo ubiqué, estaba arrinconado, pequeño, tímido y solitario, si hubiera
tenido piernas, desaparecía en un instante. Cruzamos miradas entre nosotros, nadie
se atrevió a mencionar el “regalito”. Jenny nos agradeció igual, al fin y al
cabo, éramos sus amigos y cumplía años. Hizo su aparición Beto, al saludarnos
con la sonrisa, nos dijo todo. Conforme pasó el tiempo, la diversión cubrió con
su manto este buen momento juntos.
Para el tercer año, el compromiso fue asumir el
almuerzo. Sería arroz con pato a la chiclayana. Ese día fuimos de madrugada, en
grupo, al mercado mayorista a realizar las compras. El elegido de llevar todo
lo comprado a casa de Jenny, fue Beto. La mamá de Jenny, se encargaría de la
preparación del sabroso plato. Todo había sucedido sin contratiempos.
Volvimos a reunirnos en la esquina cercanos a su casa
para las “previas”, después de un tiempo prudencial, nos dirigimos a su casa,
pensando en el almuerzo, pues su mamá cocinaba como las diosas.
Saludamos a la cumpleañera y nos invitaron a degustar
el almuerzo. Nos dimos cuenta que nuestros platos presentaban un trozo de carne
casi en miniatura, a pesar de haber comprado un ave grande, algo no encajaba en
ese momento
- Jóvenes, el
pato que trajeron está morado, golpeado, más de las ¾ partes de la carne no
sirve. He utilizado pollo en su reemplazo- dijo la mamá de Jenny, a la vez que
nos mostraba un pato morado, imposible de preparar.
Acto seguido, deseaba que la tierra me trague y no fui
el único, estábamos desconcertados, no entendíamos como había pasado todo. En
definitiva, no conocíamos las técnicas para comprar animales vivos, nos faltó
experiencia. Jenny al vernos derrotados, nos animó y con el transcurrir de las
horas, quedó como un hecho anecdótico, la diversión se encargó de superarlo
todo.
Para el cuarto año, nos tomó con los bolsillos vacíos,
así que Juan ofreció dos botellas de un licor de fantasía sin registro
sanitario, que estaban botados en un rincón de su casa. Para este tiempo, la
confianza con Jenny sobrepasaba cualquier barrera. Lo envolvimos en papel
periódico y fuimos a su encuentro. La fiesta estaba en todo su esplendor. Al
vernos por la ventana, Jenny salió a recibirnos. Abrió el regalo y al ver el
bendito trago, no se movió hasta que no quedó una gota en las botellas. Tuvimos
que tomarlo nosotros, aquel día no recuerdo como retorné a casa.
Por eso y muchas cosas más, es imposible olvidar su
natalicio. No está demás añadir que su padre llegaba a la mitad de la fiesta
con dos cajas de cerveza, abría una botella, brindaba y decía: La casa es suya, señores
y se despedía. Fredy se tomaba este dicho en serio, tanto así que no salía de
la cocina.

Jajaja.. No sean malos. llevaron ramo de flores que parecía ramo de culantro, llevan un pato y el bendifo mitad malogrado, llevan 2 tragos y sin registro sanitario. Que buenas anécdotas tío jajaja..
ResponderEliminarNo había money, pero sobraba amistad jajaja
EliminarUna amistad tanta fuerte, no es mellada por un regalos franciscanos pero llenos de mucho cariño
ResponderEliminarUna gran verdad
EliminarNell, espectacular. Los que estuvimos en esas vivencias, son un recordar que me traslado en esos momentos y me mate de risa. Tal cual..... Lindooo recuerdo. Graciasssss
ResponderEliminarEn parte, de eso se trata, un abrazo
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